martes, 11 de enero de 2011
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Fuera brilla el sol, ni rastro de las nubes que cuatro años atrás cubrian el cielo encapotado de la capital. Bajo ese cielo una chica sonríe felizmente mientras sus tacones suenan fuerte contra el suelo de Madrid. Aunque no te lo creas, después de todo, logró ser feliz. Se quitó el morado de los ojos, las noches sin dormir, atrás se quedaron los dias de sufrimiento y las promesas sin cumplir. Ya no quedan lamentos, ni estrellas por alcanzar, tiene todo cuanto quiere. Hoy se cruzó con él, se quedó mirando a sus ojos, y por unos instantes el fantasma de aquello que un dia fue, volvió a brillar sobre la marquesina de una vieja parada de autobús. Él sonrío. Fue entonces cuando se dio cuenta de que nada habia cambiado. Tenia la misma sonrisa dibujada que aquel dia, la sonrisa que un pintor dibuja a su antojo, cual marioneta es movida por los hilos que otro maneja. Ya había sufrido demasiado, y cuando una persona es culpable de que te olvides de respirar, no hay hueco para las segundas oportunidades. Aceleró el paso, se refugió entre los acordes de una vieja canción y lanzó un grito sordo que solo los oidos de quien a sufrido lo mismo que ella son capaces de escuchar. Recordó todas esas personas que le pidieron que le olvidara antes de tiempo, y a pesar de estar arepentida por no haber sabido ver cuanta razon tenian sus palabras, no se arrepintió para nada de haberles ignorado. A veces hace falta tropezar por ti mismo para lograr darte cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Tropezó. Cayó. Pensó que no volvería a sentir. Y hoy siente como nadie en el mundo que en sus manos tiene la felicidad que desea. Hoy logró ser feliz... y lo hizo en un mundo sin un resquicio con su nombre.
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