lunes, 23 de mayo de 2011

Passion.

A mi siempre se me ha dado muy mal esto de arriesgar. El miedo a perder ha estado presente en todos y cada uno de los días de mi vida. Puedo decir que he perdido grandes oportunidades y he dejado escapar momentos grandiosos por miedo a que estos me llevaran a un lugar peor de aquel en el que me encontraba. Pero esta vez es diferente. Me siento en medio de un cruce de dos caminos opuestos. A simple vista está claro cuál es el que parece mejor, cuál es el que me acerca más a ese lugar en el que quiero estar. Cuando se trata de ese camino, todo es felicidad, pasión, sonrisas... No hay ni un solo punto negativo. Se trata de la persona que me endulza la vida minuto a minuto, con una sonrisa, una foto a destiempo o un 'hola' que encierra la mirada mas sincera del mundo. El tacto de su piel fría enredada en nuestras manos un mes de abril. En el camino opuesto no hay más que un paseo a medianoche en los alrededores de un castillo, y un camino en blanco en el que dibujar nuestra propia historia. Ahora es cuando toca elegir, con lo que ello conlleva. Elegir supone renunciar. Escoger un camino y poner fin a otro. Siento el vértigo en el estómago propio de circular en una montaña rusa a más de 200km por hora. El resultado puede ser un viaje con la andrenalina disparada, o un frenazo a destiempo que te deje en el sitio. Tan solo una sensación me mantiene las cosas claras, la sensación de que en este momento cogí las riendas de mi vida.

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