jueves, 23 de febrero de 2012

Infinitos en la orilla.



En ocasiones la vida es fugaz. Es como esa huella en la orilla de la playa que en segundos el mar se encarga de borrar. Con la primera ola, aún es posible distinguir el contorno de aquella pisada, pero con la segunda ya no hay nada que hacer. Si lo deseas puedes cambiar esa pisada por un infinito dibujado con tu mano, pero incluso entonces el mar terminará por borrarlo para siempre. Supongo que aquello fue lo que nos ocurrió a nosotros, escogimos el infinito como destino eterno, nos bebimos a sorbos la vida irrevocablemente convencidos de que siempre habría un mañana. Pero no. Llegó un momento en que el viento dejó de ser ese precioso huracán movido por sueños, y pasó a ser una suave brisa que acariciaba nuestras mejillas. Llegó el día en que el silencio dejó de ser aquella excusa perfecta para besarnos y pasó a ser algo incómodo. Llegó un dia en que todos esos defectos que algún día nos hicieron únicos, se convirtieron en la eterna razón del sinvivir diario. A veces con un te quiero no alcanza, a veces es necesario que la distancia decida por sí misma. Ahora corremos en caminos opuestos mientras nos gritamos a lo lejos, y si, he de reconocer que aún continúo mirando para atrás a ver si te das media vuelta y nuestros ojos se encuentran. ¿Pero sabes?, sé que con el tiempo estaremos juntos de nuevo, porque nosotros jamás dibujamos un infinito en la arena, no nos hizo falta. Corrimos hasta quedarnos sin aliento, y no solo alcanzamos ese infinito sino que lo robamos y lo trajimos con nosotros.

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