martes, 8 de mayo de 2012

Vuelta a empezar.

Llega un momento en que toca decir "basta". Llega un día en que te das cuenta de que esa mochila que cargabas llena de piedras sobre tu espalda comienza a resquebrajarse dejando caer todas y cada una de esas piedras, las pequeñas, las medianas e incluso aquellas gigantescas que parecían soportarlo todo. De repente te sientes como si estuvieses sentada en una pequeña sala dentro de un juzgado con cientos de manos señalándote culpable, repitiendo en tu cabeza una y otra vez que todo lo has hecho mal. Juzgándote por aquello a lo que siempre tuviste miedo. 

Es en esos instantes cuando sobre ti cae el papel de elegir, elegir entre agachar la cabeza y seguir o alzar la voz. Yo elegí la segunda, tal vez porque a veces las cosas dependen de los ojos que lo miren, porque quizás existen dias en que todo lo que pides es un poco de tacto. Sientes que te han hecho daño, te sientes sola, herida, frágil, decepcionada. Desilusionada ante esa sensación de que una y otra vez vuelve a repetirse la misma historia, y te odias, te odias por haber vuelto a caer de nuevo. Hace tiempo me dijeron que los amigos no existían, me negué a creerlo cuando apenas tenía 15 años. Hoy, en cambio, me considero cerca de aquellas palabras, pues cada vez tengo más claro que esto no es más que una carrera de fondo en la que el de al lado solo busca llegar antes que tú, sin importar demasiado si en ese camino tú te dejas las rodillas contra el suelo, ¿qué más da?. Cuesta hacerse a la idea de que esto será siempre así, a veces hasta yo misma dudo del significado de la palabra persona. He pedido perdon cientocincuenta veces a lo largo de este tiempo, y me he equivocado cientocincuenta más, pero está vez no estoy en ninguna de esas dos cifras, pues tengo claro que lo hice lo mejor que pude.

Ahora solo toca, cerrar la puerta, doble vuelta de llave, y vuelta a empezar.
Y a ti; gracias. Simplemente, por darme la vida en cada suspiro.

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