Apuesto una mitad de mi sonrisa a
que nunca os habéis detenido a pensar en lo fácil que resulta perder la cordura
y lo difícil que es recuperarla. Te pasas la vida intentando caminar con paso
firme, con dos botas de plomo y un ritmo lento y conciso. Te pasas la vida
planificando cada día de tu vida, gestionando las sonrisas para que estas no se
agoten, para no despertar un día y que brillen por su ausencia. Te pasas la
vida haciéndote la madura, aprendiendo a controlar tus emociones y sentimientos,
a ocultarlos tras una máscara de irreverencia hacía los demás. Te pasas la vida
siendo borde, con la boca seria y la mirada fija: sin pestañeos. Y de repente
un día, llega un arrebato de locura que termina por barrer toda la cordura que
llevabas construyendo pasito a paso. Y tropiezas, y tus planes se emborronan, y
las sonrisas ruedan sin cesar, y la inmadurez te mira a los ojos, y los
sentimientos brotan de forma casi incontrolable, y la bordería se esfuma y los
pestañeos vuelan.
¿Sabéis?, creo que todo se reduce
a que por mucho que un loco se empeñe en parecer cuerdo, jamás dejará de serlo.
Y yo siempre fui una de esas locas que esperan de todo y de nada a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario