lunes, 30 de mayo de 2011

Mi estrella.

Buscó. Buscó durante tanto tiempo a esa persona que llegó un momento en que se olvidó de lo que estaba buscando realmente. Pero de repente una tarde de Abril, se presentó frente a sus ojos. Y sin darse cuenta dejó de buscar, para encontrar.

Le observa. En una pequeña esquina diminuta en medio de esa gigantesca estación. Atocha. El reloj marca las 10:30 de la mañana. Su mirada perdida observa como acerlera el paso con maleta en mano, dispuesto a pasar unos dias fuera. Y ella allí de pie, deseando echar a correr y pedirle que la lleve con él. Y de repente recuerda ese beso, su beso. Recuerda el momento en que él la abrazo con todas sus fuerzas, y ella se mordía el labio inferior intentando evitar derramar una sola lágrima por él. Era demasiado pronto para hacerlo. Simplemente se limitó a abrazarle, a apretarle más fuerte contra ella, a demostrarle que estaba allí, y que seguiría estando el dia en que volviese a poner un pie en esa ciudad. Recuerda todo eso, y sonríe. De repente la nostalgia desaparece. Y el brillo retorna a sus ojos como por arte de magia. Y por unos segundos vuelva a ser ELLA. Esa persona que algún dia desapareció, la misma que ha estado ausente durante más de 600 días. De pronto la ilusión, sus ganas de cometer locuras, de saltar, de pronunciar cientos de tonterias, de sonreir por todo y por nada, regresan. Le ha encontrado. Y por el momento todo es tan perfecto que da miedo, que da mucho miedo. Da miedo el simple hecho de que nadie puede grantizarnos que esto vaya a salir bien, aunque sinceramente por el simple hecho de estar viviendo dias como este, merece la pena arriesgarse (...) Camina por el Paseo del Prado, dirección Cibeles. Y mientras los rayos de sol se reflejan en sus ojos, se da cuenta de lo mucho que se ha recompuesto por dentro en cuestión de horas, y en lo mucho que le va a echar de menos hasta que llegue ese día. Está allí, en Madrid, pero su mente viaja de acompañante en el décimo vagón de ese tren rumbo a Algeciras. Y de repente, nota como él le aprieta la mano, y la acompaña hasta la puerta de casa. Y desde que cruza el resquicio de la puerta el dia se vuelve un poquito más gris. Pero está tranquila, sabe que en nada aprecerá otra de sus estrellas y lo iluminará todo.

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