Generalmente uno tiene que mirar para adelante, convencerse de que las heridas que se abrieron en nuestro pecho van a sanar con el tiempo, es muy fácil decir que así será, hacernos creer que somos fuertes incluso cuando hemos perdido el partido más importante en nuestra vida. Tenemos que escondernos para que no nos vean mal porque entonces tenemos que explicar los por qué y ellos no entienden, ellos se refugian del dolor ajeno en los típicos "la tormenta va a pasar, vas a estar bien". Nos enseñaron que hay que disfrutar hasta de las caídas, a no darle cabida a aquellas personas que siempre intentaron tirarnos abajo, a ser indiferentes cuando nos sentimos dolidos. Nosotros siempre terminamos mirando atrás cuando pretendemos olvidar, aún sabiendo que eso no será posible, le hacemos creer al mundo que somos fuertes con un fin poco lucrativo. Solo queremos creer, confiar y darnos una oportunidad. Nos enseñaron a sonreír para quedar bien en las cenas familiares. Hemos dejado que el mundo nos calle aquellas cosas que siempre quisimos gritar, a reprimirnos en situaciones en las que sólo queremos decir lo que creemos. Nos dijieron que siempre respetemos al prójimo y que no digamos malas palabras, nos mostraron que uno puede ser dominado con extremada facilidad. Nos aconsejaron que tiremos nuestros sueños a la basura argumentando que eran muy complicados o imposibles, nos hicieron vender sueños para comprar rutinas que nos destruyen día a día. Nos piden que no lloremos, que paremos, que entendamos que mañana será un gran día. Al final, uno se queda sintiendo que cada día es un mañana desperdiciado. Es un comienzo retrasado.
- Dime, ¿piensas realmente coger las riendas de tu vida?
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