
El reloj marca las 4 de la mañana. El mundo duerme, y tú estás ahí, al otro lado del océano. Puedo prometerte que en estos mismos instantes escucho como respiras, y como de vez en cuando cambias de postura en la cama, tal vez porque el calor no termina de dejarte dormir. Miro a la ventana mientras imagino que antes de cerrar los ojos, nos hemos llamado, y tú, sin necesidad de que yo preguntase nada, me has contado cómo ha ido el dia, el entrenamiento, qué has cenado. Y yo, en silencio, solamente pronuncio un
”te he echado de menos, pequeño”. Y después de decir eso, imagino que me quedo en silencio, sin pensar en la posibilidad de colgar, escuchándote respirar y pensando en lo maravilloso que es algo tan simple como poder escuchar tus latidos. Tu existencia. Cualquiera que en estos momentos tuviese la valentía de invadir mis pensamientos, hubiese pensado que soy idiota… Y de hecho, estoy de acuerdo. Parecerá una estúpidez ser feliz imaginándote al otro lado de un teléfono, cuando aparentemente ya no queda nada que decir. Pero de repente, me susurro a mi misma que te quiero. Aguanto mi respiración por un instante, y sueño con que el mundo detiene su movimiento por mi, por ti… Y es en ese preciso instante en el cual me doy cuenta, que no era feliz imaginándome al otro lado de una conversación en la que ya no quedan palabras, era feliz sabiendo que siempre quedaría algo más. Si…
Siempre me quedará un te quiero por decirte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario