domingo, 11 de diciembre de 2011

Blanco.

No imaginas como duele verte así, aunque no se lo diga a nadie, aunque tú ni siquiera lo imagines, aunque aparente estar bien, y aunque sonría cada vez que subes a casa aparentando normalidad. La verdad, me gustaría dar la vuelta al tiempo, poner las agujas del reves, que las horas cuenten hacia atrás y los minutos vayan de 60 a 1... Pero el tiempo pasa. Y ahora es cuando todos esos instantes cobran el sentido que a veces yo misma le quité. Ahora es cuando veo la grandeza y el corazón que pusiste en cada detalle. Ahora pienso en cada uno de esos días en que madrugaste sin ninguna obligación porque no tuviese que madrugar yo cada vez que papá y mamá se iban a trabajar. Ahora es cuando busco el sentimiento a cada hora empleada en que yo tuviese una infancia feliz, cada mañana de verano en que me llevabas al parque, o a la piscina aunque tú no te pudieses bañar. Ahora es cuando recuerdo esas mañanas de Reyes en que a las 6 de la mañana te sentabas en el banco de enfrente de casa a esperar a que alguno dieramos una pequeña luz en casa, y así llamar al timbre y estar presente cuando salieramos a abrir los regalos. Ahora revivo cada partido de fútbol vivido a tu lado, la primera vez que pisé el Estadio Santiago Bernabéu, o esos días en que me llevabas a las oficinas centrales de Correos a enseñarme donde iban a parar las cartas. Esos dias en que me subías en brazos a ese tren y me hacías creer que era yo la maquinista. Ahora pienso en cuando cambiaste los radiadores de tu casa por otros mejores, solo para que no tuviese frío, o el día que nació mi hermano, cuando a las seis de la mañana acudiste a despertarme con un "Álvaro ya ha nacido". También ese día fuiste la pieza imprescindible de este puzzle llamada vida. La verdad es que cuando pienso en la persona mas relevante de mi infancia, apareces tú. Has sido más que un padre, he vivido más tiempo contigo que con ellos, y por tanto tu influencia también ha sido mayor. Tú me transmitiste la pasión por el fútbol, enseñándome desde el primer momento a vivirlo con pasión y rozando el límite, pero siempre sin olvidar que antes de todo es un deporte. Me enseñaste a respetar al rival, aunque a veces la emoción del momento me hiciese desvariar... Me enseñaste a usar la cabeza, y a valorar todo lo que tenía.. Me enseñaste a admirar a una persona que nunca tuvo dinero ni derecho a una educación, pero que más tarde y sin saber leer, con fuerza de voluntad aprobó unas oposiciones que le permitieron mantener una familia. Tú me transmitiste el amor por la ciudad más maravillosa del mundo, un pequeño rincón llamado Valencia, solo porque todos tus viajes en tren iban a parar allí. Fuiste tú quién me hizo desear vivir unas fallas, quien cada año que estas llegan me dice que vaya a verlas. Fuiste tú quién consiguió que adorara salir del colegio e ir a él solo porque durante el camino me esperaban miles de chistes y anécdotas que ya casi me sé de memoria.

Después de todo esto, resulta imposible no sentir vértigo cada día que pasa y te veo envejecer de esta manera tan rápida y dolorosa. Es inevitable no sentirme estúpida por sentir que ni siquiera tengo la capacidad dee devolverte un pedacito de todo lo que tú me has dado a lo largo de todos estos años. Dices que si sigues viviendo es por nosotros, lo que tú no sabes es que en estos diecinueve años de no ser por ti, yo también habría elegido dejar de hacerlo... al menos una vez en este tiempo. Tal vez no pueda darte nada, pero si puedo asegurarte que en este tiempo que está por venir, vas a ser feliz. Prometo devolver una sonrisa por cada cien que me has regalado. Prometo quererte hasta morir... Te quiero abuelo.

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