Hay veces en que simplemente me gustaría desaparecer, a cualquier lugar y a ninguno a la vez. Levantarme a medianoche, encender el portátil, imprimir un billete de ida a cualquier lugar, el de la oferta más económica claro. Y coger las primeras botas cómodas que estén en el cajón de la terraza, llenar una maleta con más sueños que ropa, un par de fotografías, el cargador. Romper esa hucha y para terminar guardar un par de tacones negros en el bolso. Salir en busca del primer taxi, entrar corriendo al aeropuerto, facturar, hacer tiempo... y por último subirme en ese avión rumbo a cualquierlugar. Que ese momento en que las ruedas del avion impacten con el suelo al aterrizar, sea el momento idóneo para sacar esos tacones de tu bolso, y ponértelos. Ahora toca pisar fuerte, comerte el mundo, disfrutar empezando de cero, sin un par de ojos que te vigilen, sin nadie que sepa tu nombre. A veces pienso que algo tan simple como eso, es lo que necesito...
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