domingo, 4 de diciembre de 2011

ídolo18

Que fácil parece a veces emplear la palabra 'ídolo', ¿verdad?. La de veces que he escuchado como asomaba poco a poco por bocas ajenas. Un ídolo no es un capricho que puedes tener hoy y que puede desaparecer pasado mañana cuando el reconocimiento no llegue. Entiendo que a veces resulte difícil en el presente, cuando esa persona a la que sigues lo tiene todo, reconocer que no es lo que tu creías que era para ti... pero si mañana cuando la suerte no caiga de su lado, y lluevan críticas del cielo, se te quitan las ganas de seguir, pide perdón al mundo, porque un día te engañaste creyendo que él era un ídolo. Cuando le mires, plantéate que te gusta de él. Si son sus ojos, no le llames ídolo... Si es la curva que se forma entre sus párpados sí. Si es su sonrisa, no le llames ídolo. Si es la expresión que aparece entre sus mejillas y sus labios cada vez que es feliz, si. Si son sus manos, no le llames ídolo. Si es la sensación que estas te transmiten de poder sostener tu mundo en solo movimiento, sí. Si son sus botas, no le llames ídolo. Si es el movimiento en que estás entran en contacto con el césped y rozan el balón, sí. Vivimos en un mundo en que los conceptos se encuentran y se confunden. Un ídolo no es una persona, es un sentimiento. Puedo decir que le he visto arriba, en lo más alto, portando en su brazo un brazalete de capitán, levantando una copa al cielo y siendo feliz... y también abajo, sin minutos, sin el reconocimiento que en mi opinión merece. ¿Y sabéis?, nunca ha existido un día en que haya dudado de esto. Me he planteado si merecía la pena, si tal vez nunca nada iba a cambiar, pero siempre que eso ha ocurrido ha aparecido él con su sonrisa y ha cambiado el mundo. Tener un ídolo también supone, saber amoldarte a la situación y el momento en el que se encuentra. No consiste en pensar siempre que lo mejor es verle ganar un título, sino en saber que tal vez en el momento actual, el mayor premio sea verle jugar 2 minutos seguidos, ¿entendéis?. Yo le he visto sonreír, y también hundir su cabeza entre sus manos. Le he escrito cartas que nunca han salido del cajón de mi escritorio, y siempre que voy a esa cafetería en que le vieron una vez, dejo una silla libre a mi lado por si le apetece aparecer. Y si, reconozco que también le he buscado por lugares que ni siquiera forman parte de su día a día intentando encontrarle por casualidad... ¿Pero sabéis lo mejor de todo?, que once años solo son el principio de una vida a su lado... Que se acercan los doce, y aún me parece que esto no es más que un pequeño suspiro entre un puñado de días por vivir...

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