Y de repente, sucede. Llega el día de echar la vista atrás, y te encuentras frente a ti con miles de recuerdos, buenos, malos... pero sobre todo buenos. Y entonces existe una sensación de nostalgia que lo invade todo, y ocurre, resbala la primera lágrima por tus mejillas. Era inevitable que sucediera, sabías que tarde o temprano llegaría. Y uno a uno, comienzas a pasar uno a uno por todos esos momentos, como si fuesen cada capítulo de un libro que hace tiempo conservas olvidado en una estantería de la habitación. Y lees, observas, recuerdas... Echas la vista atrás. Descubres sentimientos, instantes que en un determinado momento no valoraste como debías y que ahora echas de menos, te das cuenta de hasta qué punto han cambiado determinadas cosas... Y de repente llegas a esa página, al comienzo del declive. Al punto de inflexión a partir del cual todo iba a cambiar. Ya no te piya por sorpresa, tienes memorizada esta parte hasta tal punto que incluso asusta. Y continúas leyendo, verso a verso, letra a letra, hasta llegar a la última página de este libro al cual le quedan cientos de páginas por escribir.
Y sonríes, no puedes hacer nada, acabas de leer toda tu historia, de principio a fin: lo bueno, lo malo, lo grande, lo pequeño, lo espontáneo, lo anticipado... todo. Todo aquello que prometiste recordar con una sonrisa en la cara y que hoy, por culpa de la nostalgia solo te hace llorar.
Ojalá pudiera dar marcha atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario