Ahoga. Asfixia. Agota. Llega un momento en que te das cuenta que tus fuerzas flaquean y tus piernas se doblan en cada paso. Llega un momento en que comprendes que tus ganas de ahora poco se parecen a aquellas que cuatro años atrás te hacían sonreír, aquellas que te permitían ganar batallas frente a todo y frente a todos. Te creías algo parecido a la reina del mundo, de su mundo. Llega un momento en que sientes que deja de er suficiente con esa ilusión que permanece intacta a lo largo del tiempo, de los años... La misma que consigue emocionarte el corazón hasta horizontes prácticamente insospechados. No, ya no es suficiente. Llega un momento en que las fuerzas se quiebran y tu sonrisa necesita de algo más que esa mirada impregnada de humildad, bondad, grandeza para continuar latiendo al mismo compás que lleva haciéndolo durante estos últimos doce años. Llega un momento en que las alas se olvidan de volar si detrás no tienen gestos capaces de crear el viento necesario que las impulse bien alto. Muy por encima de las nubes... A ese lugar donde siempre solíamos estar y que hoy parece casi desconocido...
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