domingo, 25 de noviembre de 2012

Nadie dijo que las cosas fueran difíciles.

Nadie dijo que las cosas fueran fáciles, cierto, pero tampoco nadie dijo que las cosas fueran a ser tan difíciles... Quizás el ser humano, decidió omitir la segunda parte solo para sentirse mejor consigo mismo. Para que las cosas dolieran menos y resultaran más fáciles. Tenemos esa extraña manía, la de disfrazar las cosas para quedarnos más tranquilos, para vestir de sonrisas falsas cada lágrima verdadera. También tenemos la manía de dar consejos que luego somos incapaces de aplicarnos a nosotros mismos. Y la mejor parte viene cuando recurrimos a nuestra manía de decir que "todo irá bien" como si formásemos parte de un poder sobrenatural que sabe con certeza cómo serán las cosas mañana. Quizás la solución a todo esto pase por recurrir a las pocas cosas que sabemos con certeza, a lo único tangible que tenemos entre nuestros dedos: EL HOY. Sabemos con certeza que hoy hemos ido a por el pan a las 11:30 de la mañana, que hoy es domingo, que hoy levantarse ha sido un poquito más fácil y al mismo tiempo más difícil. Sabemos con certeza que hoy las ganas de sonreír brillan por su ausencia, que tenemos ganas de estar a solas y que si tuviéramos todo el chocolate del mundo entre nuestras manos lo fundiríamos a placer. Entonces, decidme... Sabiendo todo esto, ¿por qué nos empeñamos en tratar de anticiparnos a lo que vendrá mañana?. Es tiempo de llorar, de tirarse de los pelos, de cruzar los dedos porque mañana duela un poco menos, de buscar esas pequeñas cosas que tal vez te regalen una pequeña sonrisa fugaz. Fugaz, sí... Pero más verdadera que cualquier carcajada fingida solo por pensar en un "todo irá bien". Es tiempo de vivir de decepciones, de dudar, de sentir vértigo y miedo por las pocas razones para continuar respirando. Es tiempo de pensar en un hoy, que quizás mañana sea historia...

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