domingo, 17 de marzo de 2013

Siempre fuiste tú.

Siempre fuiste tú. El de las carcajadas a media noche uno de esos domingos de fútbol, el de la media sonrisa a contraluz en cada entrevista, el de la mochila verde, el de ese conjunto de palabras desordenadas que solamente tú dabas sentido, el de la risa contagiosa, el chico de 1,90 que siempre salía el último, el del segundo badén, el mismo que podía emitir una frase de nueve palabras entre las que tres de ellas fuesen "pos", el del empeño, la ilusión y el esfuerzo como única forma de vida, el de las segundas oportunidades como un nuevo método de supervivencia, el de los chistes desde una cama de hospital, el de "un accidente no va a apagarme la luz", el mejor amigo de sus amigos, el de "adoro el fútbol pero amo a mi familia", el del paraguas de la NBA, el del cuatro, el de "la diferencia entre imposible y posible son solo dos letras", el mismo que sigue respirando Valencia aún cuando pisa las calles de Madrid, el de las manos perfectas, el mismo que trece años después es capaz de mantener la misma expresión en su mirada, el de las lecciones de vida, uno de los pocos que pueden asegurar que detrás de cada camiseta vendida con su dorsal se encuentra una persona que lo idolatra, sin influencias, sin marketing ni engaña-bobos. Si tú.

Siempre fuiste tú, y eso no es algo que pueda cambiar de la noche a la mañana.

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